EL VACIO DE LOS TIEMPOS

A veces me pongo a escribir y me siento vacío. No porque condense mis sentimientos en palabras o escenarios ficticios sino porque realmente aquello que comenzó como un pasatiempo acaba por resultar ameno.

Pongo en contexto, escribo desde hace aproximadamente tres años, y leo desde hace mucho más. El caso es que inicié con ello de la misma manera que todos nos decidimos a realizar ciertas actividades, para evadirnos y gestionar acontecimientos que se nos plantean incapaces de modificar.

 Siempre he visto la escritura como una conversación íntima entre uno mismo. Independientemente de lo que escribas, ya sean memorias que crees que no obtendrán interés más allá del tuyo, cuentos sobre plantas que bailan y van a trabajar hasta los días festivos, o poemas porque nos creemos demasiados incompetentes para sincerarnos sin el miedo a ser juzgados. Sé que si haces algo parecido puedes sentirte identificado entre estos puntos u otros que no he  escrito por falta de espacio, pero que podemos hacernos una idea de ello.

 Sabiendo esto y conocer el mismo patrón en distintas personas, comencé a cabrearme cuando oía a alguien citar a Rousseau: El ser humano es social por naturaleza.

 No entiendo entonces de dónde surge ese miedo común a darnos a conocer. Tal vez no hemos socializado como es debido, pero ya escribiendo la propia frase resulta irónico que deba haber una manera correcta de relacionarse. Es informar a los demás cómo es uno, entonces, ¿para qué limitarse en una carta de presentación?

 Si todos sabemos que nadie las lee. Eso sí, calza una americana llamativa que girarán para observarte detenidamente, puede ser por impresión o por un sencillo sentimiento de envidia. Si vas por la calle y te lanzan una piedra puedes imaginarte una cosa u otra.

 Pero volvamos a la carta de presentación, aquello que debería hablar sobre nosotros y acaba por no decir nada. Es igual de innecesario que esas instrucciones que te enseñan a cómo sentarte. Llegado el momento cada uno tiene su propio método. Ya sé que es para mantener una postura correcta, pero seamos sinceros, quién se mantiene erguido con el pasar de los años a excepción de aquellos que se implantan una rama de eucaliptus para mantener la compostura y dejarla crecer a la par del ego. No he conocido a nadie que vaya erguido y no sea un conservador de sentimientos.

Yo voy erguido, pero porque tengo el miedo de parecer una tortuga con el pasar de los años. Ya me entendéis, el  perfil de cuello hacia adelante y joroba ahuesada. A nadie le resulta atractivo, pero llegamos a él, si no es por el arte de estar sentado lo es por el peso de los años. Y es que solo los que dejan su físico en manos ajenas presumen de una espalda corregida, no hay nada que les pese salvo las inseguridades de amor propio y las mentiras que puedan llegar a decir y no recuerden en unos días.

Pero no estamos aquí para hablar de artes interactivos, sino de los pasatiempos. Y es que la propia palabra lo dice, dejar pasar el tiempo. A lo que equivale a, no sé qué hacer, vamos a hacer esto. Y yo amaba lo que hacía aunque para los demás fuese un pasatiempo. Eran los únicos momentos donde era sincero sin el temor a salir mal parado. Entonces crecemos y comprendemos que al final del día la sinceridad no es la que nos llega a abrir puertas, pero sí es la solución para mantener una vida equitativa. Entonces rompemos nuestra carta de presentación y hablamos. Pero hablamos bien, desde el corazón. Las amistades se fortalecen y nuestro vacío queda en un rincón. Pasa el tiempo sin darnos cuenta y aquellas actividades que hacíamos por amor propio pasan a perder sentido. Ya hablamos de ello con los demás, por qué perder el tiempo en hacerlo conmigo mismo.

       El abismo se ensancha y cada vez es más profundo.

       No llegué a ser sincero, apenas estaba a medio camino.

Viene él [Yo] que no puede hablarse de [Tú], y el vacío a escribir retuerce cada vez más nuestras ganas. No es que no hubiese ganas de decir, sino que el miedo a decir había emergido hasta quebrar el tiempo.

Entonces el pasatiempo deja pasar el tiempo, y sin darme cuenta ya había saltado hacia el vacío y seguía vivo.

Por extraño que parezca, volví a escribir con ganas.

 

El instituto A.M.I. no solo emplea técnicas previamente conocidas como podrían ser la regresión o el análisis de sueños para hallar respuestas a las cuestiones que nos plantea la angustia y así comprenderlo. Si no que además, pone en práctica diferentes técnicas desarrolladas exclusivamente por el instituto que ayuda a lidiar no solo de una manera creativa sino también interactiva. Un amplio catálogo de posibilidades para escoger, otorgando la posibilidad al paciente de encontrar el método más cómodo.

Entre las técnicas se encuentran: diálogo con figuras inconscientes, la técnica de los cubos o la técnica de reescritura A.M.I.

Adaptarse a la depresión no es tratar con ella, es un impedimento que nos priva de un bienestar del que todos tenemos derecho a satisfacernos.

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